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La primera vida de Astor Piazzolla

Fecha: 11/03/2021


Por Diego Fischerman*
Texto realizado para la Fonoteca del INAMU.
 
Foto: Gianni Mestichelli

  El nombre de Astor Piazzolla evoca algunas asociaciones inmediatas: “Adiós Nonino”, “Verano porteño”, “Libertango”. O su quinteto, en alguna de las encarnaciones. O las grabaciones con Gerry Mulligan. O, tal vez, para los muy avezados, su exquisita “Suite Troileana”. Una carrera deslumbrante que comenzó en 1961 con la música para Quinto Año Nacional, un EP con cinco temas publicado por Music Hall, y Piazzolla interpreta a Piazzolla, para la RCA Victor –allí estaba la primera versión de “Adiós Nonino”–, sus dos primeros discos con el Quinteto que integraron junto con él, en esa primera versión, Simón (Szymsia) Bajour en violín, Horacio Malvicino en guitarra eléctrica, Jaime Gosis en piano y Kicho Díaz en contrabajo.
 

  Tal vez por el propio peso de esa obra lograda a lo largo de casi tres décadas, quizá por los azares y falta de rumbos de la industria discográfica argentina, esa etapa acabó por borrar del imaginario colectivo a la anterior. Un período que, por sí solo, alcanzaría para definir a uno de los músicos más extraordinarios de la música artística de tradición popular en la Argentina. Es decir: bastaría si Piazzolla sólo hubiera sido el bandoneonista marplatense que a los 22 años se convirtió en el arreglador estrella de la orquesta de tango más importante del momento, la de Aníbal Troilo, y que, ya fuera de ella, en 1951, escribió por pedido de su director el arreglo de “Responso”, el requiem de Pichuco a Homero Manzi.  Su nombre ya sería el de uno de los grandes del tango si no hubiera hecho otra cosa que dirigir la extraordinaria orquesta que condujo entre 1946 y 1948 –y para la que escribió algunas piezas formidables como “El desbande” y “Villeguita”–. No sería necesaria ninguna otra cosa que esos verdaderos ensayos acerca del género –y las orquestas y sus solistas– que son “Para lucirse”, “Prepárense”, “Contratiempo”, “Triunfal” y “Lo que vendrá”, que compuso entre 1950 y 1953 y grabaron, en orquestaciones diferentes, escritas para cada una de ellas, las agrupaciones de Troilo, Francini-Pontier, Fresedo y Basso.  Y, sobre todo, resultaría más que suficiente ese conjunto de grabaciones modernistas y de franca ruptura, que registró a partir de su regreso de Francia, en 1955, para los sellos TK y Music Hall.


La orquesta de Troilo en los años 40.
Piazzolla es el primero de la línea de bandoneones desde la derecha
 

  El despegue de Piazzolla, un bandoneonista marplatense que había pasado parte de su infancia y de su adolescencia en Nueva York y que, antes de entrar a la agrupación de Troilo jamás había tocado en ninguna orquesta, fue espectacular. Y suele olvidarse que era en ese entonces jovencísimo. Además de haber ingresado como instrumentista, con 22 años recién cumplidos entregó su primer arreglo para la orquesta: “Inspiración”, de Peregrino Paulos. Esa orquestación, registrada por primera vez el 3 de mayo de 1943 (en RCA Victor),  estuvo siempre entre las preferidas de Troilo, que volvió a grabarla para el sello TK en 1951 y 1952 (posiblemente no del todo conforme con la toma del año anterior) y en 1957 para Odeón. En 1945, Piazzolla dejó la orquesta de Pichuco para dirigir musicalmente la agrupación con la que Francisco Fiorentino comenzó su carrera solista y con la que grabó, para Odeón, nada menos que 12 discos de dos temas cada uno.  El sello indicaba “FIORENTINO y su Orquesta Típica” y debajo, en una tipografía más pequeña, consignaba algo inusual para la época, “Direcc: ASTOR PIAZZOLLA”. En 1946, para el mismo sello discográfico y ya con la leyenda “ASTOR PIAZZOLLA y su Orquesta Típica”, se edita el disco con “El recodo” y “Sólo se quiere una vez” (con el cantante Aldo Campoamor). Es el primero de una serie de dieciséis y que incluye, además de versiones de tangos clásicos, por primera vez en su carrera obras propias. La primera fue “El desbande”, que ocupaba el lado A del tercero de esos discos. “Pigmalión”, con texto de Homero Expósito, y “Se armó” fueron registradas en 1947 y “Villeguita” estaba en el lado B del último de los discos grabados con esa orquesta, el 14 de diciembre de 1948.


La primera orquesta de Astor Piazzolla.
A la izquierda, parado, el cantor Francisco Fiorentino
 
  En 1950, Piazzolla comenzó su relación con el sello TK con un disco en donde incluía “Chiqué” –un tema que ya había arreglado para Troilo– y “Triste”, un antiguo tema de José De Caro y Ángel Maffia que exhumó de una grabación realizada por el sexteto de Julio De Caro en 1924. En la orquesta participaban varios integrantes de la que había formado entre 1946 y 1948, entre ellos el violinista Hugo Baralis y el pianista Carlos Figari –que compartía con Troilo– y el bandoneonista Leopoldo Federico. El segundo disco para TK fue registrado ese mismo año con la cantante María de la Fuente, que interpretaba “El choclo” y “El cielo en las manos”, una canción escrita por Pîazzolla con texto de Homero Cárpena para el film del mismo nombre, dirigido por Enrique de Thomas (y que grabó, también en 1951, la orquesta de Osvaldo Pugliese con la voz de Alberto Morán). El año siguiente el bandoneonista registró un nuevo disco instrumental con una sorprendente versión de “La Cumparsita” y, en el lado B, una suerte de pequeño adagio para oboe y orquesta (con la participación solista de Roberto Di Filippo) dedicado a su mujer y llamado, como ella, “Dedé”. Entre 1951 y 1952 hubo tres discos más con María de la Fuente incluyendo los temas “El llorón” y “Canción celestial”, “La misma pena” y “Romance de barrio” y “Fugitiva” (de Piazzolla y Juan Carlos La Madrid y que ese mismo año registró Fresedo con Héctor Pacheco como cantante) y “Loca”.
 

  Entre 1954 y 1955 Piazzolla viajó a París y tomó diez lecciones con Nadia Boulanger. Más allá de la leyenda y de la famosa anécdota referida a la indicación de la maestra de que se dedicara a la música popular, “donde estaba el verdadero Piazzolla”, fue fundamental su relación con Charles Delaunay, escritor, experto en jazz, creador de la palabra “discografía” y fundador y director del sello Vogue. Allí, el bandoneonista grabó el disco Sinfonía de tango (con los temas “Picasso”, “Mi tentación”, “Sens unique”, “Estamos listos”, “Chau París”, “Bandó”, “Luz y sombra” y “Tzigane tango”) y Delaunay le hizo escuchar otros discos que había editado, entre ellos los del cuarteto de Gerry Mulligan que había actuado en la sala Pleyel unos meses antes de que Piazzolla llegara a París (aunque el marplatense asegurara haberlo escuchado en vivo y con un octeto que jamás tuvo) y, con toda certeza, el del sexteto de Oscar Pettiford, donde pueden encontrarse, además del sonido camarístico pero lleno de swing que Piazzolla buscó en cada una de sus formaciones a partir de ese momento, la conjunción de violoncello y guitarra eléctrica que incorporaría al octeto que formó al regresar a Buenos Aires. Hubo dos grabaciones más realizadas en Francia, para el selo Festival (con los temas “Prepárense”, “Marrón y azul”, “Imperial” y  “S.V.P.”) y para Barclay (con “Nonino”, “Guardia nueva”, “Contrastes” y “Río Sena”). Pero, además del hecho de que, por primera vez, todos los temas registrados eran propios, el Mundo Piazzolla cambió allí para siempre. Por un lado abandonó el formato de la orquesta típica, con sus filas de bandoneones y violines, optando por un bandoneón solista –una novedad absoluta para la música de Buenos Aires–, piano y orquesta de cuerdas  o, influido por el jazz post be bop, los formatos pequeños, con un instrumento por parte. Por otra parte, como los grandes solistas del jazz, empezó a tocar de pie. 

  En 1956 realizó una grabación (un disco de 9 pulgadas y duración media, con 6 temas) con el Octeto Buenos Aires, el grupo que formó junto con Leopoldo Federico en segundo bandoneón, Enrique Mario Francini y Hugo Baralis en primer y segundo violín, Horacio Malvicino en guitarra eléctrica, José Bragato en cello y, en contrabajo,  Hanlet Greco y luego Juan Vasallo. Ese disco fue publicado de manera independiente por un pequeño sello llamado Allegro ¬–de hecho es posible que esa haya sido su única edición– y con pésima calidad de audio, pero un reciente descubrimiento, en el archivo del sello Music Hall –propietario a su vez del catálogo de TK– recuperado por el Instituto Nacional de la Música (Inamu) exhumó dos registros del octeto realizados ese año para TK. Uno de ellos, “Taconeando”, sólo había sido editado en un EP de Music Hall de 1973 (con tres de los temas con orquesta a los que se hace referencia más adelante). El otro, “Marrón y azul”, jamás había sido publicado en ningún formato y su existencia, totalmente desconocida, no figura en ninguno de los catálogos de la obra de Piazzolla realizados hasta la fecha. 
 
Ficha de una de las cintas máster del  
Catálogo Recuperado de Music Hall por el INAMU 
con "Taconeando"

  Ese mismo año hubo otros dos registros del bandoneonista, al frente de una orquesta de cuerdas, con Elvino Vardaro como concertino y Jaime Gosis como solista de piano, conteniendo “Azabache” (con Jorge Sobral como cantante) y “Sensiblero” y “Lo que vendrá”. Esta pieza, escrita poco antes de su viaje a París –de hecho “lo que vendrá” se refiere a ese viaje y en la composición se entrelazan un tema “francés”, con una escala modal de claro cuño debussysta, y un motivo rítmico clásico de Piazzolla– había sido grabada por la orquesta de Francini-Pontier en 1954. A su regreso, Piazzolla grabó un arreglo para el octeto (en el disco Allegro) y esta versión para TK, que antecede la que se incluyó en un disco de larga duración grabado en Uruguay en 1957 y que se tituló precisamente con el nombre de esa pieza, Lo que vendrá. En esa grabación, igual que en un disco de 78 rpm publicado por Odeón –con “Vanguardista” y “Marrón y azul”– y en el LP grabado ese año para Music Hall –Tango en Hi-Fi– el formato instrumental es el que había probado por primera vez en París: orquesta de cuerdas con bandoneón y piano (él y Gosis) con el agregado de un violín solista (Vardaro) y, ocasionalmente, un cantante (Jorge Sobral) y, en algunas de las grabaciones uruguayas, xilofón (que remite, en la primera versión grabada de “Tres minutos con la realidad”, a la Música para percusión, cuerdas y celesta de Béla Bartók. 


  El mismo arreglo, aunque sin percusión, volvió a aparecer en Tango en Hi-Fi, sin duda uno de los discos más importantes de la carrera de Piazzolla. Allí convive un repertorio de clásicos –“Loca bohemia”, “La cumparsita”, “Del bajo fondo”, “Inspiración”  y, con la voz de Sobral, “Siempre París” y “Fuimos”– con varios de los temas nuevos de Piazzolla –“Tango del ángel”, “Melancólico Buenos Aires” (con uno de los solos de violín más exquisitos que puedan concebirse, a cargo de Vardaro), el ya nombrado “Tres minutos con la realidad” y “Prepárense”. La producción de esos años prolíficos se completó con otro disco con el Octeto, esta vez un LP con 10 temas y editado por el sello Disc Jockey. Solo una de las piezas es suya, “Marrón y azul”. El resto incluye clásicos –“Los mareados”, “El entrerriano”, “El Marne”, “Haydée”, “A fuego lento”, “Arrabal”) y composiciones de los otros integrantes del grupo: “Neotango”, de Federico, “Tangology”, de Malvicino, y “Anoné”, de Baralis.

  Un regreso, esta vez a los Estados Unidos, entre 1958 y 1959, derivó en una serie de grabaciones “comerciales” de las que más tarde Piazzolla renegó. Este conjunto de registros abarca sesiones con artistas “latinos” –Fernando Lamas, Jorge Duval, las Di Mara Sisters, Machito, la orquesta de Pete Terrace, el Trío Los Bandidos– y un primer quinteto (con vibráfono y sin violín) que en rigor era un septeto, con el agregado de dos percusionistas, que alternaba clásicos del jazz con tangos y temas de Piazzolla y cuyos arreglos resultan un antecedente muy valioso de “lo que vendría” al volver a Buenos Aires. Un nuevo quinteto, que estaba llamado a cambiar para siempre la música de Buenos Aires –y es que su conformación con bandoneón, violín, piano, guitarra eléctrica y contrabajo se convirtió en un clásico y, casi de inmediato, imitada por Salgán con su Quinteto Real–. La primera grabación con ese grupo, un EP llamado 5º Año Nacional, con cinco temas que habían formado parte de la música para el film del mismo nombre –un olvidado engendro dirigido por Rodolfo Blasco con guion de Abel Santa Cruz– fue editado por Music Hall. “5º año Nacional”, “Fin de curso”, “El goy”, “El boletín” y “Aplazado”, jamás reeditados luego de esa publicación de 1961, cerraban una etapa, pésimamente documentada por la industria discográfica, y, a la vez, abrían otra, la más conocida. La que para muchos es la única pero, en verdad, fue la segunda vida de Astor Piazzolla.
 


*Diego Fischerman es periodista y crítico musical. Autor, junto a Abel Gilbert, del libro "Piazzolla: El Mal Entendido".

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